Y las azules, las del
abuelo; y las azules, las del abuelo... Aquellas palabras fueron lo último
que escuchó de los labios de su abuela, la persona que siempre había estado
ahí, tirando del carro, hablando con los profesores, comprándole sus zapatillas
favoritas o recogiéndole a las tantas de la madrugada en la discoteca. Era la
mujer que hizo de madre con su nieto, el mismo nieto que dejó caer dos
pastillas azules en el suelo mientras ingería una roja ayudado por un trago de
agua...
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