Mi clase y mis niños
Mi clase
sin niños es una nevera.
Mi clase
sin niños es como un trastero.
Mi
clase sin niños, vacía pecera.
¡Mi
clase sin niños yo no la quiero!
Trabajo
por ellos aunque les riña.
Preparo
sus fichas, su regla y compás.
Y
cuando veo que hacen la ficha
yo
estoy contento. ¡Ya saben más!
Algunos
de ellos son especiales.
Y es
que mis niños no son iguales.
Leen
más despacio, escriben torcido,
pintan,
se salen, disfrutan, padecen.
Yo les
corrijo, yo les ayudo,
y
ellos con mimos me lo agradecen.
Las
sumas, las restas, saber escribir,
los
mapas, las plantas, el verbo to be,
la reli, gimnasia, el cono
también:
saber
es la base que ayuda a elegir.
Mis
canas y yo envejecemos con ellos.
Ellos
lo ignoran, pero les quiero.
Porque
en la escuela, como en la vida
la
vocación es más guay que el dinero.
Sí.
Soy maestro y trabajo en la escuela
con
los de aquí y los de fuera también,
para
que un día, uno cualquiera,
lo
que ahora reciben, luego lo den.
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