Hoy parece que ella tiene la voz todavía
más dulce que ayer. Relleno el mismo modelo para solicitar el enésimo permiso
municipal. Su mirada entreabierta y su leve sonrisa denotan una hermosa
resignación: sabe que no cejaré en mi empeño. Una vez más, imprime en mi papel escusa la fecha de entrada. Como
siempre, se levanta para hacer una fotocopia.
Hoy tarda más. Joder, ¿qué ocurre? Regresa
hacia mi con dos papeles.
- Aquí tiene usted una copia de su
solicitud.
-Gracias.
-Y aquí tienes otra copia con el número de
teléfono al que debes llamar para cenar conmigo.
Salí a la calle. Hay momentos en que la
vida es maravillosa.
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