Inmediatamente pedí que cerraran la tapa de ataúd y que no lo
volviesen a dejar dentro de aquel profundo agujero. Con esfuerzo introduje el
frío cuerpo en el maletero y llegué al sótano hecho un manojo de los nervios. Era
la noche perfecta. Todo sería como la primera vez.
La dejé en el sofá, sin ropa. Vino y flores en la mesa. Me
desnudé y le hice el amor acariciando su pelo. Luego, sentados frente a frente,
di buena cuenta del vino.
Deshice el camino hacia su nuevo hogar. La metí de nuevo en
aquella caja rematada con un Cristo dorado. "Hasta el año que viene. Feliz
aniversario, cariño".
No hay comentarios:
Publicar un comentario