A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar,
como antes, solo que antes había muchas más cabinas de teléfono y, claro, todo
era más sencillo. Agobiado, pidió
permiso para cambiarse en otra cafetería:
—¿Va usted a consumir?
—Verá, no. Tengo un poco de prisa porque...
—¡Venga pa fuera!
Le vibró otra vez el supermóvil que llevaba
dentro de su rojo supertanga. Leyó el mensaje mientras se vestía en un
callejón...
—Y bien, ¿cómo terminarían
ustedes este microrrelato? Tienen cinco
minutos y treinta palabras...
Treinta palabras bastaron para matar a Superman.
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